Voy a intentar ser lo más
aséptico posible en estas líneas y voy a tratar de enjuiciar, por llamarlo de
alguna forma, el paso –segundo paso- de Diego López por el Real Madrid. No
pretendo entrar en guerra de trincheras ni en debates absurdos con Iker Casillas.
Cada cual tiene lo suyo según sus méritos y trabajo después de años. Casillas
tiene la gloria, merecidísima tras años de inmaculada trayectoria, y Diego
López, con su trabajo, llegó para sustituir una baja por lesión y acabó
arrebatando el puesto al Santo. Parcialmente.
Ya en 2007, con Fabio Capello al
mando, Diego López estuvo más cerca que lejos de la titularidad en detrimento
de Casillas, de nuevo. Su altura, su envergadura, sus reflejos, su juego con
los pies y su seguridad en el juego aéreo, convencieron al técnico italiano
durante la pretemporada de la que, a la postre, sería la ‘Liga de las
remontadas’. Recuerdo que la gente por entonces ya se echaba las manos a la
cabeza ante la posibilidad de Casillas fuera al banco. Pues no saben lo que les
esperaba.
El caso es que ante este amago de
protagonismo que rozó el gallego, Diego reflexionó y cayó en la cuenta de que
tenía nivel para triunfar fuera del club de toda su vida (es canterano blanco).
Lo consultó con sus más allegados y tomó la decisión de abandonar el Madrid en
busca de la gloria lejos del Bernabéu. O quizás solo buscaba un equipo en el
que pudiera jugar para demostrar que en partidos oficiales y no solo en
entrenamientos podía ser mejor que el mejor portero del mundo.
Llegó con el cartel –fatal
determinado- de ‘segundón’ al Villarreal. Y allí explotó como portero. Cinco
años defendiendo la portería del submarino amarillo. Allí consiguió estabilidad
y demostró su entrega y compromiso cuando, después de una temporada de ensueño
en Liga donde el Villarreal consiguió el subcampeonato, el equipo descendió y
Diego López permaneció en el club a pesar de las múltiples ofertas que recibió.
Fue, además, uno de los pilares fundamentales para el regreso de los
castellonenses a Primera.
Pero no quiero que esto se
convierta en una biografía ni en un repaso a su carrera. Cinco años después,
fichó por el Sevilla -donde fue suplente- para volver al Real Madrid en el
mercado de invierno del 2013 como portero titular por la lesión en una mano de
Iker Casillas en un lance con Arbeloa en Mestalla. Seguramente aquí comenzaría
la mejor etapa profesional de Diego aunque quizás una de las más duras
psicológicamente aunque siempre disimuló muy bien que no le afectaba la opinión
pública: ni la positiva ni la negativa.
Por casualidades de la vida –nada
de echarme flores- con la primera persona con la que habló Diego López tras
llegar a Atocha procedente de la estación de Santa Justa (Sevilla), fue
conmigo. Bueno, en realidad el primero fue García-Col, responsable de relaciones
de la primera plantilla blanca y exjugador de baloncesto del club. El caso es
que de lo poco que pudo decir aquel día Diego López, me confesó: “Aún no he
hablado con Mourinho, no sé si me quiere de titular o de suplente de Adán, pero
estoy contentísimo”.
Diego cumplió su objetivo: se fue
para volver, y volvió. Y lo hizo con su mujer Iria casi de escolta y el carrito
que portaba a su niña abriendo paso ante la prensa. De un día para otro, el
cancerbero gallego volvía a estar en el foco. Y de qué manera. El Madrid se
había gastado 4 millones de euros por el portero suplente del Sevilla que, para
colmo, se había criado en el club. Presión añadida. Nada comparado con lo que
quedaba por venir. Comenzó a jugar con la total confianza de Mourinho y lo hizo
de forma muy notable. Tan solo recuerdo un medio fallo, en un gol de Riki en
Riazor que entra por el palo de Diego. Pero nada dramático. Las turbulencias
comenzarían pronto.
De hecho, en cuanto Casillas
recibió el alta médica. En ese momento, todo el mundo daba por hecho que el de
Móstoles volvería a la titularidad y el gallego pasaría al banco. Pero no.
Quizás no jugó a su favor la guerra abierta que Mourinho mantenía con Iker y
puede que aquí Diego López se viera en una encrucijada a la que nadie le había
invitado. Iba a convertirse en un daño colateral de un conflicto personal que
no iba con él.
Casillas ya estaba recuperado
pero Mourinho siguió confiando en Diego, se había gando el puesto a base de
sacrificio y trabajo y había conseguido lo impensable en el Madrid desde hacía
10 años: que Casillas pareciese sustituible y prescindible. Este hecho llevó
esta guerra a los medios: pro Casillistas contra pro Mourinhistas.
Enfrentamiento que en los medios alcanzó tal dimensión que se trasladó a los
ciudadanos de a pie, que -¡cómo no!- acabó radicalizando un tema inventado para
disfrutar: el fútbol. Aquí está la cuestión.
Los medios y la prensa siempre
han influido según amistades. Esto funciona así desde que el periodismo es
periodismo. Pero no solo en el deportivo, en el político igual. Los medios,
antaño, eran los únicos que tenían voz y la opinión pública se creaba a partir
de su subjetividad. Y la gente se creía lo que leía, veía y escuchaba. Pero
este invento llamado Twitter, ha dado voz a todo el mundo. A todo: a
periodistas, a empresarios, a albañiles, a carniceros y también a cobardes que
se esconden tras el anonimato para insultar. Pero esto no viene al caso.
Decía que Twitter se ha
convertido en un megatrampolín de opiniones. Y la gente no es tonta y nunca lo
ha sido. Y se han dado cuenta de que a veces los medios quieren vender algo que
no es. Y aquí comenzó el drama entre pro Casillistas y pro Mourinhistas. Cada
uno movido por sus intereses llevaron el debate de la portería madridista hasta
un punto de no retorno.
Y esto, por mucho que se quiera
negar, dividió al madridismo. Existían los que querían echar a un entrenador
que trajo mucha polémica al club, que en ocasiones manchó su imagen pero que
también tuvo el valor de hablar claro y quitar caretas. No voy a valorar sus
éxitos deportivos en el Real. Y, en el otro lado, también estaban los que se
posicionaron al lado del míster luso y querían echar al mayor emblema del club
desde que se fue Raúl y al que acusaban de filtrar información a la prensa. Así
estaba el patio. Afición dividida, prensa dividida e incluso vestuario
dividido. Y Diego en medio de todo.
Quizás el día en que Diego López
comenzó a salir del Madrid fue el 13 de mayo del 2013 cuando Mourinho reconoció
que “mientras yo sea entrenador del Madrid, va a jugar Diego. Iker no va a
jugar. Es fácil”. La situación solo tenía una escapatoria. O salía el luso o
salía de la forma más traumática posible Iker Casillas, con lo que esto hubiese
conllevado. Por esto, el pecado de Diego López fue ser petición de Mourinho.
Comenzaba este artículo
compartiendo mi intención de nombrar a Casillas lo menos posible, pero es
difícil. Una vez Mourinho volvió al Chelsea y pasó el verano, las cosas se
calmaron. Se suponía que cuando llegara un entrenador nuevo sin problemas
personales con Casillas, el capitán del Madrid volvería a la portería blanca.
Casi por decreto.
Y llegó Ancelotti, con un
discurso conciliador y un carácter tranquilo que parece ir en contra de los
extremos. Y algo debió ver en Diego o algo no debió ver en Casillas que, contra
todo pronóstico, en la primera jornada de Liga, en el primer partido oficial de
la temporada colocó al gallego de nuevo de titular. ¡BOOM! Volvió a saltar todo
por los aires.
Dos semanas después, con Casillas
aún suplente, Ancelotti tomó una decisión salomónica, algo que nadie
recomendaba. Diego López jugaría en Liga mientras que Casillas sería titular en
Copa del Rey y Champions. Esto es, un portero los fines de semana y otro, entre
semana. Algo que no garantizaba la continuidad competitiva de un puesto tan
importante como el del arquero. Pero Ancelotti se puso firme, advirtió que la
decisión era inamovible y el debate cesó. Ya no había. Las cosas iban a ser
así.
Y no le salió mal la jugada a
Carletto. El Madrid dio la cara en la
Liga casi hasta el final y ganó Copa y Champions. No se le
recuerdan errores de bulto a ninguno de los dos porteros. Quizá a Diego el gol
de Gabi en el Calderón y, sin duda, el fallo más grave de Iker fue en la final
de la Champions. Una
salida a destiempo –trauma que ha acompañado al de Móstoles durante toda su
carrera- que casi cuesta la ‘Décima’ a los blancos de no ser por el milagroso
gol de Ramos.
Fallo que se amortiguó por la
consecución de la tan ansiada ‘Orejona’ pero que quedó en el subconsciente del
madridista. Con Casillas ocurre que nadie le va a poder echar del Madrid y ojo,
yo no quiero que le echen. Le ha dado tanto al club que sería injusto. Pero
también es injusto tener que jugar por decreto cuando hay un compañero que está
mejor. Los méritos del pasado no le van a devolver a Iker los reflejos, la
flexibilidad, la potencia en el salto y quién sabe si la confianza que, a ojos
de todos, ha perdido. Cuando Casillas deje el Madrid será por decisión propia.
Hizo un mal Mundial y ha
suspendido en pretemporada mientras que Diego López ha estado entrenando duro
para llegar a punto al inicio de la campaña. Según Vecchi, entrenador de
porteros blanco, Diego es uno de los mejores guardametas de Europa. Las malas
actuaciones de Casillas volvieron a abrir el debate, un debate que ya no
quieren desde las oficinas de Concha Espina. Es por ello que los dirigentes
blancos decidieron contratar a Keylor Navas como indirecta para que Iker o
Diego dieran un paso al frente y uno de los dos abandonara el club. Pero
ninguno lo hizo. Y como a Casillas no se le puede echar porque es el capitán y
el símbolo y tampoco toma la decisión de irse, han tenido que forzar a Diego
porque no van a tener a tres porteros de primer nivel en la plantilla. Si con
dos hay problemas, imaginaos con un tercero en discordia que, además, está al
nivel de los otros dos. De locos la que se puede montar.
Esto es una fórmula que, desde mi
punto de vista, me parece errónea. Sin uno de los dos no se va a acabar el
debate. El lío terminará cuando Casillas tome la decisión de salir por voluntad
propia. Parece la única solución. Él es el foco de todo por lo que representa
dentro del Madrid. Mientras él esté, y además siga fallando, las discrepancias
sobre quién debe ocupar la portería continuarán aunque sea yo el segundo
cancerbero.
Han forzado a Diego a irse, que
va a salir al Milán, pero ahora el debate será Iker-Keylor. Es así. Dudo que
hubiese tema de conversación si la pareja de porteros fuera Diego-Keylor. Pero
bueno, yo creo que desde la planta noble del Bernabéu esperan que Casillas abandone
el club si no este verano, el siguiente. Siempre por mutuo propio. Nadie le va
a echar, repito.
El caso es que se ha cometido una
injusticia deportiva pero, por lo menos, parece que no social. Todo el mundo es
consciente de que Diego es un portero validísimo para el Madrid y, quizás, esta
salida forzada no haga si no aumentar el reconocimiento ganado en el campo y la
heroicidad de haber aguantado año y medio en estas condiciones. Medio país
apoyándole y otra media esperando un leve fallo para pedir la vuelta del
capitán de España. Qué difícil. Y qué pena.
Parece que con el trabajo diario
no basta para triunfar al menos completamente. Diego incluso era alternativa
clara para ir al Mundial a disputarle el puesto a Casillas tras la grave lesión
de Víctor Valdés. Pero Del Bosque no quiso que el debate de los madridistas
creciera y se convirtiera en el debate de toda España. Otra pena. Ir a un
Mundial es el mayor regalo y recompensa para un futbolista. Y que me diga
alguien si Diego no se merecía algo así. En fin.
Además de ejemplar en los
entrenamientos y en el campo, Diego ha sido ejemplar ante la prensa. Nunca ha
querido hablar del tema, nunca ha querido decir una palabra más alta que otra.
Él estaba centrado en su trabajo, algo que le honra y que acrecienta su
profesionalidad. Tiene el cariño de sus compañeros y él lo sabe
Suerte a Keylor Navas, porque si
Iker no se va antes del 31 de agosto, esto, me da a mi, no va a quedar aquí. No
digo que Casillas sea un problema, solo digo que Diego no lo es. En el día en
el que se va a anunciar oficialmente su marcha al Milán, no queda otra que
desearle toda la suerte del mundo en su nueva etapa en la capital italiana.
Ojalá consiga éxitos en un coloso europeo como es el equipo ‘rossonero’ aunque,
bien es cierto, venido a menos.
Se va Diego y lo hace con
grandeza, sencillez y educación. “Solo puedo dar las gracias al Real Madrid. Me
quedo con el respeto ganado. A veces una mirada vale más que mil palabras y lo
he podido ver en el rostro de muchos en la despedida”. Más razón que un santo
(y van sin segundas). Se va con el reconocimiento del Madrid y de España y
aunque él ha intentado por primera vez levantar la voz –le dijo a los
dirigentes blancos que él es mejor que Casillas y que ellos lo sabían- no hay
vuelta atrás. Hay que darle las gracias por su tesón y por todo lo que ha
aportado al fútbol español.